Juntitos, muy juntitos...

No gente, no amanecí haciendo cucharita con algún morocho de ojos verdes y anchas espaldas. Tampoco con un rubio de sonrisa blanca y radiante...

Así me toco viajar hoy a la mañana, pero el sujeto en cuestión era un pelado gordo de dudosa higiene personal.

Ahí estaba la solitaria, sentada en el asiento que da al pasillo del vagón cuando en una estación (ni me acuerdo cual era) sube este pedazo de orangután oloroso, que no tiene mejor idea que apoyarse en mi hombro. Si, en mi hombro. Si, a la mañana y si el orangután. Ni siquiera quiero pensar cuales fueron sus intenciones al hacer eso. Mi mente, como mecanismo de protección, imagina que lo hizo porque el tren estaba hasta la manija, y no por pa... si por eso.

Hay cosas de algunos hombres usuarios del transporte público que sencillamente no tolero. Me sacan, me ponen furiosa y me hacen reaccionar como la mona. Paso a enumerar:

1) Ya sé que mido 1.57. Y sé que peso 44 kg, gracias no me lo recuerdes. Pero eso no te habilita a sentarte con las piernas abiertas ocupando no solo tu propio espacio, sino también el mío! Entendelo: me molesta tu roce, este es tuuuu espacio personal, este es el mio. No lo invadas bajo ningún punto de vista, te quedó claro o te hago un mapa????

2) Querido no te apoyes en mi (o no me apoyes, como más te guste). No solo quedás como un pa...o de aquellos, sino que además me das asco: mucho asco. Estás a punto de despertar mi instinto asesino y te voy a hacer pasar papelones...

3) No me mires fijo: es otra cosa que me molesta y mucho. No te conozco, no se quién sos y si te acercás y me hablás grito, tenélo claro.

Estoy mal predispuesta contra el transporte público, sepánlo. Por desgracia para ustedes, pienso hacer catársis sobre el tema, así que compañeros y compañeras deberán soportarme... que así sea.