Al que le rompí el corazón

No siempre fui la que tuvo que cargar con un corazón con agujeritos. Debo confesar que varias veces en la vida me tocó hacer de mala, pero en el caso de este chico me merezco la horca, sin lugar a dudas. O una inyección letal de última. Ojo, no escribo esto para masajear mi ego lastimado sino porque fue verdad, por desgracia.

El tema fue así. Ya había pasado un tiempito desde que el HDP del padre de mi gordita se había ido a la miércoles con una rubia mal teñida. A pesar del desengaño, yo todavía conservaba restos de amor propio pero lo que definitivamente no tenía, ni por asomo, eran ganas de salir a la calle más que para trabajar e ir a la facultad.

Madre, abuela, tía, madrina y amigas estaban empeñadas en hacerme recuperar mi vida social como sea, proponiendo eventos de todo tipo a los cuales yo no tenía intenciones de ir. Bueh, una de mis amigas logró convencerme de ir a bailar con ella y ahí fue donde empezó la desgracia de este pobre infelíz.

Un dulce el muchacho, pero resultó ser de lo más enamoradizo, o algo parecido. Pero yo no quería saber nada de nada. De nada. Estaba con él, pero porque no tenía nada más interesante que hacer. Y se notaba...

Para empeorar las cosas, mi amiga se puso de novia con su amigo, con lo cual el contraste entre ellos y nosotros era terrible. La de desplantes que le hice no tiene nombre, y la lista es tan larga que resultaría aburrida (más aburrida que este post, aunque no lo crean). Y el seguía insistiendo.

Un día corté por lo sano, y le dije que me cansó. Que yo sencillamente no lo quería y que no existían posibilidades de que lo fuera a querer. Que por una vez en mi vida, lo único que quería era escaparme de las responsabilidades, y divertirme un poco. Hubo torrentes de lágrimas por su parte, y oleadas interminables de culpa por la mía. Y finalmente se marchó para no volver.

El otro día le mandé una solicitud de amigo por Facebook, pero no tuve respuesta: Por qué será???